miércoles, 1 de abril de 2009

Llueve




















Llueve, y el agua se vuelve cortina de riel ceniza. Repiquetea en los cristales, en los charcos, en la gente que se apresura, armada sólo de paraguas y prisas, a llegar a ninguna parte.
Llueve, y la luz plomiza, tamizada, llega perezosa, cubriendo de suaves brillos las gotas que se deslizan sobre las martilleadas hojas de los árboles.
Llueve, y la tierra se empapa empapando de su olor todo el parque. Las viejas maderas de los bancos se hinchan y las sendas se llenan de caprichosos ríos entre la gravilla, entre caprichosos charcos de caprichosas ondas entre sus orillas.
Llueve, y los corazones se encojen, las miradas se inundan de melancolía y las almas se mojan y arrugan.
Llueve, y un viandante perdido recibe la caricia de las frías gotas desprevenido, mientras un niño chapotea furtivamente en un charco escondido, y ambos sonríen.
Llueve, y si miras al cielo ves rasgarse la vida, explotar en mil pedazos y caer en el agua vuelta en cortina de riel ceniza. Que repiquetea en los cristales, en los charcos y en la gente que se apresura, armada sólo de paraguas y prisas, a llegar a ninguna parte.



3 comentarios:

libertad dijo...

A veces esa lluvía, tan bien contada, nos hace más personas.
Un beso!

ybris dijo...

Preciosa lluvia la tuya.
Me apuntaré a ella siempre que la pueda encontrar.
En tus letras o en las canciones con que la evocas.

Un abrazo.

Dulcinea dijo...

...solo leyendo esto, se me ocurre algo más bonito que el repiqueteo de la lluvia...

Ybris tiene razón.