jueves, 16 de abril de 2009

Buenos días

Hoy no es un buen día.
Es un día de preguntas sin respuesta y respuestas sin pregunta.
Un día de no encontrar lo que buscas y encontrar lo que no buscas, de no buscar lo que encuentras y encontrar lo que no buscas.
De no sentir lo que piensas y no pensar lo que sientes, de sentir lo impensado e impensar lo sentido.
De llegar tarde al sitio adecuado y puntual al erróneo.
Un día de tristeza sin melancolía.
De perdedores perdidos y fracasos conseguidos.
Un día, no de quemarte con la sopa sino de que te sepa a taza, no de emborracharte de cerveza sino de que te sepa a cristal.
Día de máscaras con sonrisas sobre caras tristes, de máscaras tristes de sonrisa escondida.
De indiferencia y vacío.
De sol que no calienta y lluvia que no moja, pero te cala hasta los huesos.
De fumar y que te sepa a humo.
De mirar y no ver, de oir sin escuchar nada.
Día de plantas sin flores y flores sin abejas.
Día de estar lleno de vacío.
De puertas cerradas y miradas perdidas.
De beber sin saciarte.
De mirarte y no verte.
De querer y no poder y poder y no querer, y querer haber podído sin haber querido.
Día de deseos no satisfechos y satisfacciones no deseadas.
Es un día de no encontrar a nadie, ni encontrarte en nadie, ni que nadie te encuentre solo entre el gentío.
No, definitivamente hoy no ha sido un buen día.

jueves, 2 de abril de 2009

Tiempo perdido

























Hay una princesa
dentro de un castillo
suspirando por los besos
de un príncipe perdido.

Otea el horizonte
en busca de su amado
y gira y gira la rueca
mareando el desamparo.

Tranquila princesa, espera
que el príncipe ya está en camino,
que está jugando a caballeros
pq cree que es su destino.

Que cuando cruza su lanza
lo hace por ti movido,
que puede que no lo sepa
pero ha ya tiempo rendido.

Hay una princesa
dentro de un castillo
que espera de su caballero
un reino escondido.

Hay una princesa,
un reino escondido,
hay un caballero y
un tiempo perdido.

miércoles, 1 de abril de 2009

Llueve




















Llueve, y el agua se vuelve cortina de riel ceniza. Repiquetea en los cristales, en los charcos, en la gente que se apresura, armada sólo de paraguas y prisas, a llegar a ninguna parte.
Llueve, y la luz plomiza, tamizada, llega perezosa, cubriendo de suaves brillos las gotas que se deslizan sobre las martilleadas hojas de los árboles.
Llueve, y la tierra se empapa empapando de su olor todo el parque. Las viejas maderas de los bancos se hinchan y las sendas se llenan de caprichosos ríos entre la gravilla, entre caprichosos charcos de caprichosas ondas entre sus orillas.
Llueve, y los corazones se encojen, las miradas se inundan de melancolía y las almas se mojan y arrugan.
Llueve, y un viandante perdido recibe la caricia de las frías gotas desprevenido, mientras un niño chapotea furtivamente en un charco escondido, y ambos sonríen.
Llueve, y si miras al cielo ves rasgarse la vida, explotar en mil pedazos y caer en el agua vuelta en cortina de riel ceniza. Que repiquetea en los cristales, en los charcos y en la gente que se apresura, armada sólo de paraguas y prisas, a llegar a ninguna parte.



Inconstante


Soy tan inconstante que ni siquiera lo soy siempre.