miércoles, 27 de junio de 2012

Tareas pendientes



Sólo existen dos cosas fundamentales que hacer antes de morir.
La primera es vivir y la otra es buscar la segunda.

sábado, 26 de marzo de 2011

Pensándolo bien....

Después de mucho pensar he llegado por fin a la siguiente conclusión:

Pienso demasiado.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Sometimes there's so much beauty in the world







"Era uno de esos días en los que sientes que está a punto de nevar... y hay una cierta electricidad en el aire. Casi la puedes oír. ¿Entiendes? Y esa bolsa está simplemente... bailando... conmigo... como un niño rogándote que juegues con él. Durante quince minutos. Ese fue el día en que me dí cuenta de que... había una vida entera detrás de las cosas... y una fuerza increíblemente benévola... que quería decirme que no hay razón para tener miedo... nunca. Ya sé que el video no captó todo eso. Pero me ayuda a recordar. Necesito recordar. A veces hay tantísima belleza en el mundo que siento que no lo aguanto; y que mi corazón se está derrumbando."
- Ricky Fitts.



"Mi trabajo consiste básicamente en ocultar mi desprecio por los cerdos de dirección, y al menos una vez al día meterme en el lavabo y cascármela, mientras sueño con vivir una vida que no se parezca tanto al infierno."
- Brad Dupree
leyendo la carta de descripción de trabajo de Lester Burnham.

"Siempre oí que tu vida entera pasa en frente de tus ojos un segundo antes de morir. Primero que nada, ese segundo no es para nada un segundo, se estira para siempre, como un océano de tiempo. Para mí, fueron mentiras a mis espaldas en el campamento de Boys Socuts, viendo las estrellas fugaces caer. Y las hojas amarillas de los árboles de arce alineadas en nuestra calle. O las manos de mi abuela, y la forma en que su piel se me parecía al papel. Y la primera vez que vi el nuevo Firebird de mi primo Tony. Y Janie… y Janie. Y Carolyn. Supongo que podría estar cabreado con lo que me pasó, pero cuesta cuando hay tanta belleza en el mundo. A veces siento como si la viera toda a la vez y es demasiado. Mi corazón se llena como un globo que está a punto de estallar... Y entonces recuerdo que tengo que relajarme y no intentar aferrarme a ella, y entonces fluye a través de mí como la lluvia y no puedo dejar de sentir gratitud por cada simple momento de mi estúpida y pequeña vida... No tienes idea de lo que estoy hablando. Pero no te preocupes... algún día la tendrás."
- Lester Burnham.


jueves, 27 de agosto de 2009

Borregos

Somos unos borregos, muy borregos, muy, muy borregos. Tan borregos que diríase que descendimos del mono directamente al borrego sin haber pasado, ni esperarlo, por la especie humana.

Si hay algo que caracteriza a los borregos es su marcha grupal por la vida, conducidos por un pastor que decide por ellos, un ser superior que controla sus vidas y de las cuales pretende un beneficio, sin que ellos sean conscientes.
Bien, pues si algo caracteriza a las personas es su marcha por la vida en grupos, conducidos por dogmas, verdades superiores que controlan sus vidas sin que apenas se las cuestione, decidiendo por ellos y otorgando a terceros un beneficio del que parecen no ser en absoluto conscientes.

Parece, sin embargo, que somos seres conscientes y sociales.
La primera parte implica que busquemos la felicidad y huyamos de lo contrario, ¿la infelicidad? No creo, la infelicidad no es lo contario de la felicidad sino su ausencia. Lo contrario es el miedo, y este sí provoca infelicidad. El quid de la cuestión es que la felicidad no es el estado en sí, sino su propio camino, mientras que la infelicidad sí es el estado, y su camino más claro es el miedo.
La segunda parte nos hace miembros de grupos humanos concéntricos con nosotros mismos como epicentro y diversos conjuntos, más o menos alejados según criterios de relación. Así disponemos de grupos familiares, de amigos, de conocidos e incluso de desconocidos según tengamos en común con ellos más o menos cosas.
En este ámbito es en el que buscamos todo aquello que creemos que nos va a hacer felices y huimos de lo que nos produce miedo.

Existen en este sistema multitud de factores influyentes en nuestro comportamiento borreguil, unos referentes a las relaciones interpersonales, otros a las relaciones entre las personas y su entorno y, aunque en menor medida, podría decirse que al menos existir, existen; relaciones intrapersonales, es decir, de uno consigo mismo.

La primera categoría es la más numerosa, la organización social humana es realmente compleja. A muy grandes rasgos podríamos decir que existe una jerarquización de tipo piramidal, en cuya cima se encuentran aquellos pocos a quienes concedemos el poder, precisamente los muchos que formamos los estratos de la base. Poder de decisión, de capacidad, de influencia…
Así existen representantes que deciden por nosotros, ya sean elegidos o impuestos, personas o grupos de ellas a las que proporcionamos excedentes que les permiten tener acceso a situaciones privilegiadas y/o a las que dejamos que influencien nuestras decisiones por diversos y variados motivos.

Disponemos del privilegio de elegir a nuestros gobernantes, cuestión esta que a lo largo de la historia se encuentra con cuentagotas. Sin embargo no lo hacemos basándonos en datos objetivos sobre sus propuestas o capacidades sino adscribiéndonos a corrientes ya existentes e informaciones claramente manipuladas a favor de una u otra corriente. Aquí, como en otras muchas situaciones la actuación de los medios de comunicación es fundamental, otorgaremos nuestra confianza a unos u otros según su posicionamiento coincida o no con el nuestro y les concederemos el privilegio de dejar que nos influyan. En otros aspectos ni siquiera elegiremos tendencia, adquiriremos lo que se nos diga en los medios que hemos de adquirir, necesitando todo aquello para lo que se pretenda crear una necesidad en beneficio de una supuesta felicidad que nunca llega, por que sencillamente es imposible que ese tipo de cosas nos provean de una felicidad que vaya más allá en el tiempo de lo puramente efímero (al menos una vez conseguido). Nos identificarán el tener con el ser y nos venderán una aceptación que, esta vez sí, conseguiremos en muchos casos sólo con la posesión o la apariencia.

La aceptación es muy importante para nosotros, hacemos casi cualquier cosa para intentar conseguirla, y no sólo se trata de tener esto o lo otro, que también, sino que llega hasta el ámbito de la actuación, haciendo determinados comportamientos aceptables o reprobables según unos criterios que por absurdos que sean, han sido ratificados por la cantidad de veces que hayan sido asumidos a lo largo del tiempo.

Dedicamos una tercera parte de nuestras vidas al descanso y otra al trabajo, a cambio del cual obtenemos lo necesario e innecesario para nuestra existencia. Pasamos más tiempo en él que con nuestros seres queridos, a cambio de muchas cosas que nos satisfacen menos que el cariño de los nuestros, dedicados a tareas cuyo resultado ni siquiera vemos en muchas ocasiones, oprimidos y amenazados por quien ostenta el privilegio de ofrecernos trabajo, preocupado sólo por nuestra aportación a la productividad de su negocio.

El miedo, tan arraigado fisiológicamente en nuestros cuerpos de mono es una herramienta de manipulación aún mejor que la promesa de felicidad.
Básicamente tememos lo que desconocemos, (de ahí que algunas tendencias filosóficas a lo largo de la historia hayan asociado el conocimiento y la felicidad), el rechazo (entre otras cosas a lo diferente por desconocido), la desesperanza, la soledad… y nos aferramos a lo que sea para evitarlo.
Sabemos que moriremos pero no sabemos que es lo que pasa entonces. Este, señoras y señores, es uno de los productos más y mejor vendidos a lo largo de la historia. Se nos proponen historias descabelladas sobre destinos que nos complazcan a cambio de determinados comportamientos, sin más base que la fe, la creencia en algo que puede que dijera alguien en algún momento y que ha sido manipulado, frito y refrito a lo largo de la historia una y otra vez, según el interés del cocinero en cuestión. Si los comportamientos no se producen, el resultado es el castigo, el sufrimiento después de la muerte, para siempre. Aterrador.

Utilizamos el amor como un contrato de intercambio de servicios, a menudo desfavorable para, al menos, alguna de las partes. Hacemos público el pacto más privado posible, ignoramos que pueda ser perecedero y obligamos a la persona a la que amamos a entregarnos la primacía e incluso la exclusividad sobre su tiempo, recursos, cariño y sexualidad. A menudo rompemos el contrato o simplemente nos queda sólo un reducto del pacto inicial limitado únicamente a la puesta en común de recursos y/o servicios. Sea como sea, nos conformamos. La soledad siempre es peor. Cerramos puertas o las escondemos.
Pero aunque rompamos todos los contratos habidos y por haber, seguimos anhelando otro más que no romper, pensando que el problema no está en nosotros, ni en el contrato sino en la idoneidad de otras personas.

Vivimos tan condicionados que nos perdemos la mayoría de cosas de nuestro entorno, ocupados en tener, ser aceptados, queridos, tener esperanzas…. No prestamos atención a los detalles, a la belleza… El arte está fuera de nuestro alcance. Como negocio está reservado a las élites del consumismo y como generador de sensaciones a las élites del conocimiento. La inmensa mayoría se lo pierde, y lo que es peor, no le importa. Se conforma con las obras de los artistas de temporada, arte basura, de usar y tirar, un arte raquítico, a menudo sin sustancia o forma, o sin ninguna de ellas.

Por todo lo anterior, creo suficientemente probado que andamos mucho más cerca del borrego que del hombre, y que así nuestras vidas se conducen por el desfiladero del absurdo hacía el valle del vacío. Mansamente, sin lucha ni apenas consciencia vamos consumiendo nuestro tiempo como borregos hacia el matadero, conformados y sumisos.

Puede que la realidad sea cruda, áspera, descarnada, desagradable, descorazonadora, desesperante, deprimente, oprimente, asfixiante, desconcertante, repetitiva o desquiciante, pero…
Quizás tengamos lo que merecemos! Por borregos!!!

jueves, 16 de abril de 2009

Buenos días

Hoy no es un buen día.
Es un día de preguntas sin respuesta y respuestas sin pregunta.
Un día de no encontrar lo que buscas y encontrar lo que no buscas, de no buscar lo que encuentras y encontrar lo que no buscas.
De no sentir lo que piensas y no pensar lo que sientes, de sentir lo impensado e impensar lo sentido.
De llegar tarde al sitio adecuado y puntual al erróneo.
Un día de tristeza sin melancolía.
De perdedores perdidos y fracasos conseguidos.
Un día, no de quemarte con la sopa sino de que te sepa a taza, no de emborracharte de cerveza sino de que te sepa a cristal.
Día de máscaras con sonrisas sobre caras tristes, de máscaras tristes de sonrisa escondida.
De indiferencia y vacío.
De sol que no calienta y lluvia que no moja, pero te cala hasta los huesos.
De fumar y que te sepa a humo.
De mirar y no ver, de oir sin escuchar nada.
Día de plantas sin flores y flores sin abejas.
Día de estar lleno de vacío.
De puertas cerradas y miradas perdidas.
De beber sin saciarte.
De mirarte y no verte.
De querer y no poder y poder y no querer, y querer haber podído sin haber querido.
Día de deseos no satisfechos y satisfacciones no deseadas.
Es un día de no encontrar a nadie, ni encontrarte en nadie, ni que nadie te encuentre solo entre el gentío.
No, definitivamente hoy no ha sido un buen día.

jueves, 2 de abril de 2009

Tiempo perdido

























Hay una princesa
dentro de un castillo
suspirando por los besos
de un príncipe perdido.

Otea el horizonte
en busca de su amado
y gira y gira la rueca
mareando el desamparo.

Tranquila princesa, espera
que el príncipe ya está en camino,
que está jugando a caballeros
pq cree que es su destino.

Que cuando cruza su lanza
lo hace por ti movido,
que puede que no lo sepa
pero ha ya tiempo rendido.

Hay una princesa
dentro de un castillo
que espera de su caballero
un reino escondido.

Hay una princesa,
un reino escondido,
hay un caballero y
un tiempo perdido.

miércoles, 1 de abril de 2009

Llueve




















Llueve, y el agua se vuelve cortina de riel ceniza. Repiquetea en los cristales, en los charcos, en la gente que se apresura, armada sólo de paraguas y prisas, a llegar a ninguna parte.
Llueve, y la luz plomiza, tamizada, llega perezosa, cubriendo de suaves brillos las gotas que se deslizan sobre las martilleadas hojas de los árboles.
Llueve, y la tierra se empapa empapando de su olor todo el parque. Las viejas maderas de los bancos se hinchan y las sendas se llenan de caprichosos ríos entre la gravilla, entre caprichosos charcos de caprichosas ondas entre sus orillas.
Llueve, y los corazones se encojen, las miradas se inundan de melancolía y las almas se mojan y arrugan.
Llueve, y un viandante perdido recibe la caricia de las frías gotas desprevenido, mientras un niño chapotea furtivamente en un charco escondido, y ambos sonríen.
Llueve, y si miras al cielo ves rasgarse la vida, explotar en mil pedazos y caer en el agua vuelta en cortina de riel ceniza. Que repiquetea en los cristales, en los charcos y en la gente que se apresura, armada sólo de paraguas y prisas, a llegar a ninguna parte.